miércoles, 3 de octubre de 2012

Guerras de Grim III




PRÓLOGO


 


Brillaba el cielo esa noche, más que de costumbre.

El asedio era patente. Durante todo el día no habían parado de llover proyectiles a lo largo y ancho del planeta Grim III.

La tercera y quinta compañía estelar habían sido erradicadas sin esfuerzo. Cuatro barcazas de combate y quince fragatas solo habían podido acabar con dos naves invasoras. Algo había fallado. En condiciones normales, habría sido una defensa sólida para el enemigo que ahora estaba hostigando sin descanso el planeta.

Los escudos estaban mermados, más aún, algunos habían sucumbido al insistente acoso.
No se había informado a los ciudadanos, pero una flota enemiga estaba prácticamente intacta y preparada para la invasión.
Malick estaba apostado en lo alto de la fortaleza Hülguer, uno de los veintiocho torreones que envolvían perimetralmente la ciudad de Kurmx. En la cima de estas fortaleza el zumbido de los generadores era estrepitosamente alto, rayando el límite. Así pues, no era de extrañar ver al curtido comisario equipado con un traje espacial completo, que lo aislaba del atronador ruido de la arcaica maquinaria.

- Lo tenemos crudo- pensó para sus adentros.

- Esta noche empezará el asalto.

El rayo que descendió del cielo corroboró esta última línea de pensamientos. La previsible explosión no sucedió. Los escudos aguantaron una vez más.

Malik se giró y mirando a través del visor, leyó en el panel de control una mala cifra en rojo intermitente. 120%.

- No nos queda mucho tiempo.

Cerró la escotilla y descendió las mohosas escaleras. Una vez debajo, se quitó el casco primero y posteriormente el aparatoso traje. Dos soldados con caras graves estaban enfrentados ante el paso que llevaba al ascensor. Con los fusiles firmes.

Un observador avispado podía notar la tensión que emanaban a través de los blancos nudillos que empuñaban dichas armas.

A su paso ambos se cuadraron.

Bajo los cuarenta niveles hasta llegar tres pisos por debajo del suelo.

Dos soldados se encontraban apostados en la misma formación en este piso. Malik pasó entre ellos y se encaminó a la puerta iluminada del fondo del pasillo.

Después de diez largos minutos dejó atrás la última puerta blindada. Se encontraba en la cúpula de mando del torreón. La sala era enorme, pero debido a la cantidad de cableado, maquinaria, pantallas, mesas y soldados, el ancho espacio se había reducido a un enorme amalgama caótica de hierro y carne.

En el centro del bullicio estaba sentado el calvo y rechoncho almirante Lemars discutiendo con cuatro condecorados tenientes. Todos miraban la pantalla tridimensional que mostraba la posición de la flota enemiga. Tres pantallas colocadas justo encima enfocaban las distintas situaciones clave acosadas por el fuego rival.

-¡Señores!- gritó Malick. Tan enfrascados estaban en la discusión que después de dos minutos aún no se habían dado cuenta de su presencia.

Hubo una pequeña detonación y un charco de sangre que surgió del enorme cuerpo del almirante acalló la discusión.

Todos miraban a Malik, de su brazo extendido aún salia un hilo de humo.

Había conseguido captar la atención y matado un mas que sospechoso almirante de paso. Había llegado el momento de entrar en acción.

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